Pero fueron esas cañitas las que hicieron demorar el concierto diez minutos porque parecía que la gente había olvidado por un momento a qué había venido. Era parte del buen rollo que se respiraba en los momentos antes del concierto. Tras esto, el público comenzó a tomar asiento expectante a la salida del maestro. Y el maestro llegó, claro que llegó... Con el Lobo Lopéz.

Una canción llevo a otra y a Kiko Veneno no le costó meterse al personal en el bolsillo. Incluso llegó a pedir palmas sin saber que no hay nada menos coordinado que 400 navarros dando palmas. Pero la ocasión invitaba a intentarlo. Y la gente se iba animando a pesar de que Veneno cantaba "Mama esto puede ser el fin". El conjunto sonaba increíble, la voz se solapaba perfectamente con una magnífica batería, una guitarra y un bajo. El ambiente prudente del inicio fue desapareciendo hasta lograr un mini siete de julio  en el que la gente silbaba, daba palmas, hacía comentarios... Incluso hubo quien se atrevió a bailar a las faldas del escenario con la complicidad del grupo, que disfrutaba viendo disfrutar. Ese "volando voy" se convirtió en una metáfora de lo que el patio de butacas estaba viviendo al compás de la música. 

La cosa estaba ya caliente, la situación era la propia de un concierto de una noche de verano. La gente estaba tan animada que entre canción y canción hacía alguna visita al Ambigú. Kiko estuvo en constante conversación con el público. Ya se había generado confianza y le interesaba saber cómo se encontraba su gente, encima y frente al escenario. La cosa iba bien, y mejor se puso cuando cantaron la historia del molesto e indestructible mosquito suicida. Precisamente esta canción con aires a los carnavales de Cádiz hizo reír al público. Una chirigota digna del cachondeo que circulaba.

Un guiño a los presentes los llevó al éxtasis al oír "La rama de Pamplona", la adaptación local de La rama de Barcelona. Todo el público ya de pie, bailando como si el Auditorio se hubiera convertido en laplaza de toros. Sabían que aquello se acercaba al final y con el último acorde hicieron ademán de despedirse. Pero era lógico que no podía ser mientras se siguiera oyendo: ¡Otra! ¡Bravo! ¡Beste Bat!

Y el artista respondió, mostró su estado de ánimo para cerrar aquella noche tremenda a través de la canción "Satisfacción". Era el broche de oro a una noche redonda y llevada hasta el extremo de que fue el público el que agradeció al cantante, aunque también ocurriera al contrario. AL terminar la canción hubo un premiado, el mismo que bajaba a bailar el "volando voy" en primera fila. Tan afortunado fue su baile que mereció una púa entregada personalmente por Kiko Veneno. Y al fin... las luces se apagaron sobre el escenario y el público cogió el relevo de la música y comenzó a cantar. Oe, oe, oe, oe... Dos magníficas horas de concierto concluían con el himno de la victoria por excelencia. 

Hasta pronto maestro y maestros.          

Ya quedan pocas horas para que Kiko Veneno y su banda; Juan Ramón Caramés (bajo), Jimmy González (batería), Raúl Rodríguez (guitarra), Javier Velero (guitarra eléctrica) y Rafa García (percusión); se suban al escenario del Auditorio Barañain y deleiten con su ritmo inconformista y comprometido a los afortunados que ya hayan comprado su entrada o a los que podrán hacerlo en taquilla a partir de las 8 de la tarde (16 euros). Las ventas anticipadas están ya cerradas y a los que trabajamos detrás de las cortinas nos queda tenerlo todo apunto para crear la magia de despertar emociones, la magia de que "el respetable" sienta y vibre con un viejo conocido o, ¿porqué no?, un nuevo descubrimiento. 

Kiko Veneno presentará en Barañain su último disco "Dice la gente", que trae al Kiko de siempre, al divertido, al irónico y al que pone el cante en el cielo para decir lo que tiene que decir. La realidad es que desde el Auditorio ponemos el alma para que cada espectáculo salga adelante. Siempre pensando en que el público salga satisfecho y no dude en acudir a nuestra oferta cultural porque se siente cálido.

Detrás de cada espectáculo se encuentra un grupo de personas; programadores, técnicos, montadores, comunicadores, publicistas... etc. Que su único empeño es mostrar y demostrar cultura. En el Auditorio llevamos tiempo preparando la cama a este artista andaluz. Pero es esta mañana cuando los nervios se acentúan, las prisas por los pasillos, los curiosos que se acercan a interesarse por el concierto, montaje de luces y sonido, la puesta a punto de la escenografía... Todo, absolutamente todo, para que el público goce y cubra sus expectativas con lo que viene a ver, oír y sentir. 

A la espera de los músicos el Auditorio se convierte en un mar de cables y telas que nuestro equipo técnico se encarga de organizar y distribuir. Porque al final, acudimos a un espectáculo a que nos sorprendan, a sentirnos cómodos, a crear la sensación de pertenecer a algo cómo puede ser un grupo de apasionados de la música o de un cantante concreto. Pero también los artistas que pasan por el auditorio deben sentirse en casa, debemos actuar de perfectos anfitriones y lo intentamos. Que todo lo que encuentren aquí esté a su gusto. 

La suma de nuestro público, los artistas invitados y los profesionales que hacen posible cada evento hacen del Auditorio Barañain uno de los lugares referentes de la programación y oferta cultural de Navarra. Pero no podemos dejar de repetir que cada una de las patas son necesarias para crear comunidad. Da igual las trabas que se pongan a la cultura, da igual mientras existan espacios y gente dispuesta a acudir a ellos. En esta mañana en la que ya hemos colgado el telón y tras él todo está medido para dejar volar la imaginación de nuestros invitados.

Es por tanto ese veneno que no podemos evitar, el veneno que supone construir cualquier evento al que la gente acude con la intención de olvidarse de lo que deja tras el patio de butacas. El antídoto a ese veneno de esfuerzo es sin duda, los aplausos, vuestros aplausos.

¡Qué se abrá el telón y disfruten, una vez más, de este espectáculo!

Nos vemos esta noche, a las 22:00, en las manos del maestro KIKO VENENO.